Y entonces me aperro, te muevo
la colita cuando entras a la casa y te ladro todas las noches para que no te
olvides dónde estoy, buscándote. Y tú, cariño, sin duda me has dejado más
flaco, y que va. Pero no te engañes. Yo nunca me subiré a tu tejado a pisarlo
como si fuera gato..
Por eso terminé aquí, porque te
encanto. De entre todos los hombres, no hay quién te muerda y que te guste.
Quién te ladre y pares oreja.
No le echemos la culpa a nadie.
Estamos tú y yo juntos, al borde de la corniza, tú rascándome la barriga y yo
lamiéndote las heridas. Estamos por aventarnos de la azotea a ese charco que
algunos llaman vida y darnos por fin cuenta que el amor en estos días de hambre,
ya no se piensa sino que se hace...
No hay comentarios:
Publicar un comentario