Bienvenido. Welcome. Bienvenu. Willkommen.

Que vivimos en tiempos furiosos. Que no nos toleramos a nosotros mismos ni por un segundo. Que nos han enjaretado las ineptitudes de nuestros padres. Que nuestras naciones parecen rellenos sanitarios.
En medio de todo, yo escribo. Me siento faro ante la tenebrosa noche. Me siento falo, derechito para el cielo. Ésta es mi vida, mi carro, mi escuela, mi casa, mi trabajo. Ésta es la huella que tú, por certeza o por pereza, has decidido también acoplar a tu paso.

domingo, 24 de marzo de 2013

Soneto #1 Ponerse bien chido


En jardín prohibido, la manzana
En árbol de idiotas, la media naranja
Pero en un mundo repleto de zanjas
Regálenme algo de marihuana

Y volar de esta condición humana
Donde los sueños ya crecen en granjas
Y el corazón se resigna a vestir franjas,
Overol de la causa más insana

Me reportaré enfermo al trabajo
Me fumaré varios gallos en silencio
Mierda! Con tus industrias y tu cárcel

Me olvido de mis frutos y al carajo
Este aliento se tornará inmenso
Y mi libertad ya no dará cuartel

Debiera ser el hombre más triste del mundo


La puerta se cerró y un silencio. Poco a poco la tarde se hizo más chica. Raíces de un deseo enterradas en su pecho. Ojalá su cuerpo le perteneciera a otro. 

Vio casi cumplido ese deseo. Sus pies y manos le engañaron para colocarlo detrás de aquella barra tan habitual y familiar. Tomó una botella cuya etiqueta bien podría decir whiskey, o bien podía decir quimioterapia. Brindó, a la salud de los ausentes. Su futuro, sus hijos en la universidad y su ex esposa volviéndose a casar.

Se miró a sí mismo en el destello del licor. Ojos rojos y cansados.  Una sonrisa involuntaria cuando se dio cuenta que tenía los brazos de su enfermedad, colgados en sus hombros a manera de abrazo.

¿Se puede hacer mucho en seis meses con un cáncer? Puedo llevarlo al cine. Compartir con él mujeres y cervezas. Puedo llegar a deshoras y nunca oírle ni un reproche. Para él, nunca habré llegado tarde o habré olvidado cumplir con algo.  

Se preguntó si aquél tumor  era de él. O si él era del tumor.

Cuando llegó a su casa, solo le quedaron aquella puerta y el silencio. Y ese cáncer, el más bello del mundo porque es suyo. Ese cáncer, el más cruel del mundo porque es suyo.

viernes, 1 de marzo de 2013

Pas suffit

Como parte de mi carrera en Ingeniería Ambiental, la cual estoy finalizando en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente (ITESO) en Guadalajara, Jalisco, tuve la oportunidad y experiencia de participar en el Proyecto de Aplicación Profesional (PAP) de Inserción de Verano, durante el verano del 2012. Durante dos meses me inserté en la comunidad de Santa Teresa, comunidad de indígenas coras en la Sierra Madre Occidental en la parte norte del estado de Nayarit. Ahí realicé actividades profesionales para desarrollar acciones que beneficiaran a la comunidad desde mi área de conocimiento. La siguiente es una reflexión nacida a partir de todo este proceso. 

¿Fue suficiente? Cada mañana, cada vez que arrancaba la camioneta, cada vez que me prepararon una comida, cada conversación al final del día. Fui yo, no fui yo, quién fui.
Ahora ya tengo 23, y ¿qué son 2 meses? Una crecida en la cascada, una oportunidad tomada, un malestar estomacal sufrido, cervezas y cigarros y latidos que compartimos. Y no. No fue suficiente. Ni mi servicio entregado, ni el amor recibido. A cada experiencia le corresponde un vacío. Se puede llamar hambre, o bien se le puede llamar sed. Estoy bastante seguro de ello. Mis compañeros me lo confirmaron. 
A mis 23 y en mi ingeniería, lo que existe en esta certeza mexicana, es que no es suficiente, que hay hambre y sed en todas las dimensiones de la vida además del cuerpo. 
Hemos pagado la renta de nuestro país, de nuestra casa, de nuestra escuela tanto tiempo; que nos urge, me urge tener algo propio. Quiero ser dueño de mi vida. Del cigarro que me fumo, de la cama que comparta, del techo que me da asilo, de las horas de clase que tengo de lunes a domingo. Ser dueño del recuerdo de Nayarit. De los coras y de Tepic. Apropiarme libremente de todos los pasos que ya he dado y que, carajo, seguiré dando. 
Sin duda, mi más grande patrimonio está en las gracias. En el agradecimiento de las personas que fueron y son, y las que quieren seguir siendo. 
La vida me ha otorgado una profesión más grande y más viva, más humana y más con futuro que la de un papel con mi nombre seguido de un título como ingeniero ambiental. Me ha otorgado la profesión de ser Mario Arnaldo Méndez Brilanti. y eso, está bien chido.
Falta un año de compromisos, falta jugarme un poco más el corazón. Faltan 12 meses para irme al norte y llegar al sur. Para tragarme el mundo y devolverlo mejor de cómo lo encontré. No fue suficiente, y por eso he decidido que esa y no otra, será mi profesión.