El amor nunca debe de ser flojo. Sería ideal que nunca amáramos (románticamente) a una misma persona dos veces. Digo, es tan fácil. El mismo cuerpo, el mismo rostro. Cómodo y conocido. Pero en el momento en que el propio corazón decide latir en un ritmo diferente al de nuestra pareja, qué miedo. A quién no le gusta la seguridad de saber que con precisión minutera llegan siempre los besos y las caricias por encargo.
El amor nunca debe de ser flojo y debe siempre ser un ejercicio completo, de principio a fin. Comenzar por un primer encuentro, un primer beso y culminar en el último de todos los deseos.
Y el amor puede ser largo o corto. Durar un suspiro o encontrarte a lado de tu ser querido, en el lecho final, a muchos años de aquí. El amor puede verles crecer juntos, convertirse en adultos, caminar juntos al trabajo, comprar una casa, adoptar un cachorro.
Pero el final, siempre debe de ser el final. Olvídalo, recuérdalo, es lo mismo y no importa. Pero vida hay poca y corazones muchos. Corazones como el tuyo y como el mío. Con furia y poesía, y paseos nocturnos, y canciones. Merecedores de una oportunidad.
El amor nunca debe de ser flojo. Ama pronto, ama fuerte, y no recicles.