Bienvenido. Welcome. Bienvenu. Willkommen.

Que vivimos en tiempos furiosos. Que no nos toleramos a nosotros mismos ni por un segundo. Que nos han enjaretado las ineptitudes de nuestros padres. Que nuestras naciones parecen rellenos sanitarios.
En medio de todo, yo escribo. Me siento faro ante la tenebrosa noche. Me siento falo, derechito para el cielo. Ésta es mi vida, mi carro, mi escuela, mi casa, mi trabajo. Ésta es la huella que tú, por certeza o por pereza, has decidido también acoplar a tu paso.

miércoles, 25 de febrero de 2015

Las fauces de un idiota.

Ver al espejo y preguntarte quién es el idiota del otro lado. Los ojos, la nariz, la barba siguen siendo los mismos. Pero existen esos pequeños detalles que lo revelan todo. Tu pecho se llena con una respiración más plena, más serena. Debajo de tus ojos reposan sombras, evidencia de las noches sin descanso en las que te has dedicado a ser feliz, a estar triste, a seguir siendo un idiota. 

Pero hay un cambio menos perceptible, más aterrador. Es tu mirada. No la mirada de cachorro y llena de nubes, esa, tan habitual y que se te daba con tanta naturalidad. Hoy miraste en el espejo y aparecieron grietas, cicatrices. Hoy miraste en el espejo y eran colmillos mordiendo. Miraste en el espejo y eran grandes las fauces de una bestia herida bajo un cielo rampante, furioso y ofendido. 

miércoles, 4 de febrero de 2015

Las Nalgas de Priscila

Ejercicio No. 1 (TNArtefacto)

Mauricio volvió a descargar la palma de su mano sobre el glúteo de Priscila. Fue una nalgada que se le antojó exquisita, en aquel trasero tan firme y jóven. Bajo el cuero y las medias de seda, la mujer dejó escapar un gemido de placer. Criatura extraordinaria, pensó Mauricio.

-Pregúntele, doctor, si está bien. Sí quiere más o no. Déjela confiar en usted. Recuerde que esto es un mero asunto de confianza.- Le aseguró de nuevo el joven de ojos saludos que se encontraba del otro lado del cuerpo de la mujer en cuestión. 

Mauricio inclinó su propio cuerpo, y puso su boca justo a lado del oído de Priscila.

-¿Te gusta, hermosa? ¿Más fuerte, más despacio? ¿Cómo te gusta?

-Deme más, por favor. Golpee con fuerza, más duro.- Respondió ella.

Mauricio se tomó un momento para saborear la situación. Sentía su erección debajo de la cachemira. La luz artificial a media iluminación sobre su piel y ojos. El olor a perfume barato de Priscila, mezclándose con el humo de habano. El gusto del bourbon respirando en su garganta. 

Se sentía joven de nuevo. Un muchacho de facultad con el corazón vibrante. Un estudiante en otoño. Sólo que esta noche, no él quien daba alguna cátedra sobre parafernalias sociales de las dictaduras militares del siglo XX o similar. No, era él ahora el estudiante recibiendo lecciones de dolor y placer, impartidas por las nalgas de Priscila.