Bienvenido. Welcome. Bienvenu. Willkommen.

Que vivimos en tiempos furiosos. Que no nos toleramos a nosotros mismos ni por un segundo. Que nos han enjaretado las ineptitudes de nuestros padres. Que nuestras naciones parecen rellenos sanitarios.
En medio de todo, yo escribo. Me siento faro ante la tenebrosa noche. Me siento falo, derechito para el cielo. Ésta es mi vida, mi carro, mi escuela, mi casa, mi trabajo. Ésta es la huella que tú, por certeza o por pereza, has decidido también acoplar a tu paso.

viernes, 1 de marzo de 2013

Pas suffit

Como parte de mi carrera en Ingeniería Ambiental, la cual estoy finalizando en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente (ITESO) en Guadalajara, Jalisco, tuve la oportunidad y experiencia de participar en el Proyecto de Aplicación Profesional (PAP) de Inserción de Verano, durante el verano del 2012. Durante dos meses me inserté en la comunidad de Santa Teresa, comunidad de indígenas coras en la Sierra Madre Occidental en la parte norte del estado de Nayarit. Ahí realicé actividades profesionales para desarrollar acciones que beneficiaran a la comunidad desde mi área de conocimiento. La siguiente es una reflexión nacida a partir de todo este proceso. 

¿Fue suficiente? Cada mañana, cada vez que arrancaba la camioneta, cada vez que me prepararon una comida, cada conversación al final del día. Fui yo, no fui yo, quién fui.
Ahora ya tengo 23, y ¿qué son 2 meses? Una crecida en la cascada, una oportunidad tomada, un malestar estomacal sufrido, cervezas y cigarros y latidos que compartimos. Y no. No fue suficiente. Ni mi servicio entregado, ni el amor recibido. A cada experiencia le corresponde un vacío. Se puede llamar hambre, o bien se le puede llamar sed. Estoy bastante seguro de ello. Mis compañeros me lo confirmaron. 
A mis 23 y en mi ingeniería, lo que existe en esta certeza mexicana, es que no es suficiente, que hay hambre y sed en todas las dimensiones de la vida además del cuerpo. 
Hemos pagado la renta de nuestro país, de nuestra casa, de nuestra escuela tanto tiempo; que nos urge, me urge tener algo propio. Quiero ser dueño de mi vida. Del cigarro que me fumo, de la cama que comparta, del techo que me da asilo, de las horas de clase que tengo de lunes a domingo. Ser dueño del recuerdo de Nayarit. De los coras y de Tepic. Apropiarme libremente de todos los pasos que ya he dado y que, carajo, seguiré dando. 
Sin duda, mi más grande patrimonio está en las gracias. En el agradecimiento de las personas que fueron y son, y las que quieren seguir siendo. 
La vida me ha otorgado una profesión más grande y más viva, más humana y más con futuro que la de un papel con mi nombre seguido de un título como ingeniero ambiental. Me ha otorgado la profesión de ser Mario Arnaldo Méndez Brilanti. y eso, está bien chido.
Falta un año de compromisos, falta jugarme un poco más el corazón. Faltan 12 meses para irme al norte y llegar al sur. Para tragarme el mundo y devolverlo mejor de cómo lo encontré. No fue suficiente, y por eso he decidido que esa y no otra, será mi profesión.  

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