Bienvenido. Welcome. Bienvenu. Willkommen.

Que vivimos en tiempos furiosos. Que no nos toleramos a nosotros mismos ni por un segundo. Que nos han enjaretado las ineptitudes de nuestros padres. Que nuestras naciones parecen rellenos sanitarios.
En medio de todo, yo escribo. Me siento faro ante la tenebrosa noche. Me siento falo, derechito para el cielo. Ésta es mi vida, mi carro, mi escuela, mi casa, mi trabajo. Ésta es la huella que tú, por certeza o por pereza, has decidido también acoplar a tu paso.

domingo, 24 de marzo de 2013

Debiera ser el hombre más triste del mundo


La puerta se cerró y un silencio. Poco a poco la tarde se hizo más chica. Raíces de un deseo enterradas en su pecho. Ojalá su cuerpo le perteneciera a otro. 

Vio casi cumplido ese deseo. Sus pies y manos le engañaron para colocarlo detrás de aquella barra tan habitual y familiar. Tomó una botella cuya etiqueta bien podría decir whiskey, o bien podía decir quimioterapia. Brindó, a la salud de los ausentes. Su futuro, sus hijos en la universidad y su ex esposa volviéndose a casar.

Se miró a sí mismo en el destello del licor. Ojos rojos y cansados.  Una sonrisa involuntaria cuando se dio cuenta que tenía los brazos de su enfermedad, colgados en sus hombros a manera de abrazo.

¿Se puede hacer mucho en seis meses con un cáncer? Puedo llevarlo al cine. Compartir con él mujeres y cervezas. Puedo llegar a deshoras y nunca oírle ni un reproche. Para él, nunca habré llegado tarde o habré olvidado cumplir con algo.  

Se preguntó si aquél tumor  era de él. O si él era del tumor.

Cuando llegó a su casa, solo le quedaron aquella puerta y el silencio. Y ese cáncer, el más bello del mundo porque es suyo. Ese cáncer, el más cruel del mundo porque es suyo.

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