Pareciera que lo he perdido.
Después de ver a la familia partir al otro lado del río.
De ser testigo de la descomposición en vida del cadáver de mi padre.
De que los sueños se trastornen y se vistan de farsas y salgan a embriagarse por las noches.
Aquí no hay moraleja, ni final tan esperado.
Es sólo un resfriado más.
Uno que sólo con mezcal se calma.
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